Érase una vez… en algún lugar… Una granja,una niña, un campo de calabazas.
Aquel día en concreto,las personas de la granja se ocupaban de la cosecha de calabazas.
Lejos del bullicio del campo, en la cocina, el ajetreo de ollas, sartenes, cazos, tenía ocupadas a las mujeres del hogar. Sabela se sentó a desayunar mirando atentamente la destreza con la que su madre cortaba cebolla y luego pimiento, el olor a sofrito lo llenaba todo. Su abuela la sacó de su ensimismamiento:"Anda niña, ve a jugar un rato. "De mala gana Sabela se puso su abrigo y salió hacia donde estaba su padre recogiendo la cosecha. Mientras se acercaba distraída, tropezó con una calabaza que estaba fuera de las cajas y casi se cae.Recuperado el equilibrio, la cogió y fué a ponerla con las demás, cuando se acercó su padre:"Espera Sabela, esa calabaza no sirve.""¿No sirve? ¿Por qué?" – Preguntó Sabela -. "Porque está rota ¿ves?" – dijo su padre enseñándole un corte en el fruto-. Sabela miró el surco que su padre le mostraba, y decidió que no le importaba que estuviera "herida", al fin y al cabo ella también se "rompía" a veces cuándo se caía de la bicicleta o cuándo escalaba los muros de piedra del hórreo. "¿Me la puedo quedar papá?". "¿Para qué la quieres Sabela?"."¿Me la puedo quedar, por favor?" – Insistió Sabela-. "Está bien hija, es tuya". "Gracias, papá" A toda prisa Sabela corrió hacia su casa, entró como una exhalación, cogió algo de un cajón y subió a su cuarto. Lo primero que hizo fue curar a su amiga, limpió con cuidado la herida con agua y jabón, luego con mucho mimo le puso una tirita y pasando su pequeña mano amorosamente le susurró "sana, sana culito de rana; si no sanas hoy, sanarás mañana". Enseguida cogió sus pinturas y le dibujó dos grandes ojos marrones "ahora podrás ver el cielo", una nariz redondita, como de payaso "para que puedas oler las flores", y una sonrisa de oreja a oreja "así podremos contarnos cositas"...
Algunas manchas de pintura después, Sabela contempló su obra, pensativa, la giró a la derecha, a la izquierda, la miró por detrás, por delante, asintió con la cabeza satisfecha, y saludó "¡Hola Amanda!"… y soltó una gran carcajada que invadió toda la casa y que asustó a unos pajarillos que habían estado observando lo que hacía y que salieron volando armando un gran jaleo.
Desde ese momento Sabela y Amanda, la calabaza rota, se convirtieron en inseparables.
Sabela le enseñó su casa, sus lugares secretos, su colegio, le enseñó el campo dónde la conoció, le enseñó el mar y la llevó a pasear por la arena.
Le contó sus secretos, sus sueños, también compartió con ella las cosas que la hacían enfadar, y las que la ponían triste, y su amiga siempre le devolvía una gran sonrisa de oreja a oreja.
Cuándo se quedaban en su habitación, Sabela le enseñaba a Amanda sus tesoros, guardados en numerosas cajas de todas las formas y todos los colores.Cajitas que habían ido llegando a sus manos y a las que les había dedicado siempre el tiempo necesario, conversando con ellas en silencio,escuchando lo que necesitaran contarle, observándolas con detenimiento antes de pintarlas. Las cajas para Sabela tenían tanta importancia como todo aquello que contenían. Una guardaba conchas, otra piedrecitas, las había con fotos, alguna con postales de lugares a los que Sabela soñaba con ir algún día, sus dibujos, los cuentos que le gustaba leer… todos sus tesoros… Le contaba a Amanda las historias de cada una de ellas, de las conchas, piedras, fotos, recortes, de todo había en aquellas cajitas, de todo cabía, hasta la más pequeña, guardaba algo valioso para Sabela.....
Dorah
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