Todo el mundo sabe qué se celebra la noche de San Juan, también por qué se hace, y cómo más o menos, dependiendo de los lugares geográficos en los que nos hallemos, lo que quizá nadie se ha parado a pensar es por qué siempre se dan dos elementos de la naturaleza el fuego y el agua, la historia que sigue la oí en un monasterio al que me llevaron unos peregrinos que se encontraron con mi cuerpo inerte a lo largo de algún punto del camino entre Katmandú y Timbu…
Cuándo por fin abrí los ojos, vi colgado un enorme tapiz del elevado trecho, en él se representaban tres bolas de distintos colores, la tierra, el mar y una serie de cuevas de dónde parecían salir las bolas; y entonces lo oí…
"Es el fuego naciendo de la tierra de su unión con el agua, aunque según algunas historias antiguas el fuego nació de una libélula sagrada que se rascó ciertas protuberancias que le salieron junto a las dos alas que tenía, así ganamos todos, ganó la libélula que consiguió un par de alas más, ganamos nosotros que tenemos el fuego purificador, que nos calienta, ganó la tierra, y ganó el agua…"
Volví a desvanecerme…
Cuándo desperté de nuevo el tapiz había desaparecido, el aire puro me quemó los pulmones, el frío se me había metido hasta dentro del último hueso, entre los parpados divisé la nieve sobre las altas cumbres…
Un calor abrasador me sacó del mundo de los sueños… el murmullo de las olas llegando a la orilla, la suave brisa, el olor a mar… sopor…
El último veintitrés de junio lo había pasado junto al mar, con una fogata cercana calentándonos los huesos tras el baño purificador, incluso la arena parecía recobrar vida, moverse, la luna, que estaba plena lo iluminaba todo acá y allá…
Una cueva, dos cuevas, la mar, la brisa, los tres soles, uno de cada color… oí una voz llamar a alguien:
¡Dora!
Desperté en un hospital de Calcuta, rodeado de enfermeros que me hablaban en inglés, recordé las broncas de mi padre porque nunca quise estudiar el idioma de los yanquis, sobre la mesilla de noche una botella con agua y un vaso, también un extraño bulto envuelto en un trozo de lana, la curiosidad pudo más que el cansancio, alargué la mano, sujeté el bulto, lo desenvolví, dentro había una cajita con la tapa decorada con el mismo dibujo que había visto en el tapiz en algún lugar en el que había soñado cómo nacía el fuego de la noche de San Juan
Karl
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